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A.M.P.

Una historia verdadera

Ainhoa no tardó en decidir lo que quería. En realidad llevaba pensándolo mucho tiempo y había guardado el pensamiento en su cabeza todo el otoño esperando que aita le preguntara, justo como acababa de hacer.

- Yo lo que me quiero pedir es un hamster - le dijo a su padre.

Tuvo que disimular unos segundos haciendo que se lo pensaba por que los mayores para estas cosas son muy especiales. No debe quitárseles la ilusión así de golpe. Su padre sonrío complacido, después de todo no iba a ser muy caro y podría pactarse con el olentzero fácilmente...

Maider lo tuvo más complicado. Escuchó a su hermana pedirse un hamster y pensó con envidia que a ella no se le habría ocurrido sola. De hecho, no era consciente de que ya era el tiempo del olentzero. Así que cuando su padre le miró esperando su respuesta ella sí que tuvo que pensarlo concienzudamente unos segundos. De repente se le ocurrió el regalo perfecto y una sonrisa atravesó su cara instalándose con firmeza en sus ojos. Miró a su hermana y después a su padre y muy, pero que muy orgullosa dijo:

- Yo me pido poder tocar el hamster de Ainhoa siempre que quiera.

Ainhoa, sorprendida, fue a abrir la boca para protestar, al escuchar a Maider había sentido su intimidad agredida en cierta manera pero antes de poder expresar su queja, Aita recogió la propuesta de Maider con un apretón de manos y un guiño hacia su hija mayor que calló por que sabía que la ilusión de los muy pequeños era aun mayor que la de los padres. Tampoco iba a fastidiar las navidades a toda la familia. Además, el hamster iba a ser suyo igualmente y sería ella la que le daría de comer, le cambiaría la jaula y la que se encargaría de vigilar a Maider cuando sintiera el irresistible impulso de posar sus pequeñas manos sobre el roedor. Suspiró cuando su padre salió de la habitación y se dispuso a decidir que nombre poner al animal. Tenía que estar preparada, era su responsabilidad. Cogió un papel en blanco, se sentó en la alfombra y comenzó a pensar nombres.

Sin embargo, una semana después, cuando la lista de los nombres ya estaba en su séptima candidatura, Ainhoa decidió que ya no quería pedir un hamster al olentzero. Había visto un anuncio en la tele de un scalextric con muchas curvas por el que circulaban unos coches con luces de colores que le había echo sentir cosquillas en la tripa. Viéndolo se dio cuenta de que iba a ser más divertido tener aquel juego por que el hamster iba a darle demasiado trabajo. Ni siquiera estaba en casa y Maider ya preguntaba todos los días cuando vendría el olentzero con el hamster de Ainhoa así que tanta insistencia explícita a cerca de su regalo había conseguido enturbiar el deseo original de tener al animal, era como si ya no fuera nuevo. Contenta, segura de haber decidido correctamente, explicó a su padre que había cambiado de idea. Aita contestó:

- Está bien Ainhoa, ¿pero estás segura de que eso es lo que quieres?, ¿no volverás a cambiarlo?, mira que no podemos volver loco al Olentzero cada dos por tres ni estar enviándole cartas pidiéndole un regalo distinto cada semana.

Ainhoa confirmó a su padre el cambio de parecer sin darle demasiadas explicaciones y evitó el gesto de condescendencia que acudió a su rostro al escuchar por boca de aita la necesidad de no perturbar al Olentzero.

Nadie pensó en Maider. La pequeña escuchó perpleja pedirse el escalextric a su hermana y sintió una punzada en el estómago que dolió como cuando tenía que atravesar el pasillo de casa sola y a oscuras. Se había quedado sin regalo. No era justo, ¡¿y ahora que haría?!, ¿qué podría pedirse entonces?.

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