Blogia
A.M.P.

Una gota de leche

Cuando Rinko Kawauchi era pequeña descubrió que no tenía sombra. Desde entonces no pudo tomarse casi nada en serio, lo único que llegó a inquietarla de vez en cuando era la mirada perdida de los bebés justo después de haber amamantado. Rinko pensaba que aquel brillo en la mirada de los pequeños extasiados se dirigía precisamente a esa sombra suya que a buen seguro estaría haciéndoles carantoñas o susurrándoles hermosas canciones de cuna. A veces, cuando Rinko era todavia una adolescente, antes de abrir los ojos de golpe por la mañana, miraba entre los espacios de sus pestañas para descubrir las lineas de luz que proyectaban las persianas en las paredes del cuarto.

De mayor se hizo fotógrafa, para capturar las sombras de las cosas. El día de su mayor satisfacción profesional fue aquel en que consiguió inmortalizar a un bebé con la mirada perdida en el techo y una gota de leche cayéndole por el moflete derecho. Aquel día sintió una felicidad pasmosa toda la tarde. Al volver a casa, después de revelar los carretes en blanco y negro, se topó en la esquina de su calle con una sombra asombrosamente parecida a la de su madre. Estaba sentada en el zaguán de una tienda que ya había echado el cierre y vaciaba los botellines de cerveza a una velocidad vertiginosa. Rinko olvidó sacar la cámara del bolso. Las piernas solo la sostuvieron lo que tardó en sonreir cortesmente para sentarse a celebrarlo y echar el primer trago.

0 comentarios