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A.M.P.

El banquete

A Pedro Lisboa le gustaba contar historias. Todo el pueblo le escuchaba, aunque a veces no entendieran sus relatos, aunque les produjera un cierto desasosiego el no saber si eran ciertos o inventados, cuando Pedro hablaba siempre había una buena razón para atenderle.

Un día, en el banquete atiborrado y alegre de una boda, alguien le gritó:

-¡Venga Pedro, di algo!

Todos se giraron, divertidos, hacia el hombre que miraba distraído cómo se deshacía el humo de su cigarro. Éste apuró su copa, carraspeó ligeramente y comenzó:

-Una vez, no muy lejos de aquí, conocí a una mujer, vamos a llamarla "A". Esta mujer había tenido varios amantes. A algunos los quiso y a otros no. Un buen día llegó a su pueblo un hombre, al que llamaremos "B". "A" estaba realmente intrigada con el forastero, y se empeñó en llamar su atención. Como os habréis imaginado, y para saltarnos la parte menos interesante de esta historia, "A" y "B" se juntaron en una ecuación. Se juraron un montón de cosas, se dieron mil atenciones y se regalaron flores. Así fueron pasando los años, cuando una mañana...

Pedro Lisboa hizo una de esas pausas que tanto le gustaban. Los comensales se miraron inquietos. El hombre le dio otra calada a su cigarro y dejó que el humo se le escapara entre los dientes. Todo el banquete esperaba a que continuara.

-Aquella mañana de domingo, lo recuerdo perfectamente porque estas cosas no se olvidan, "A" se despertó y comenzó a hablar en malayo.

La audiencia dio un respingo. Pedro les hizo un gesto para que se contuvieran y prosiguió así:

-Yo mismo lo escuché; estaba por allí por razones que no vienen al caso. Pero eso no es todo: ¡"B" se despertó hablando en islandés! Mis compañeros marinos reconocieron las dos lenguas.

Estas palabras terminaron de exaltar a todos: unos reían, otros fruncían el ceño, casi todos lo tomaban por loco. Entonces alguien preguntó:

-¿Y qué hicieron?¿Se separaron?

Alguien añadió riéndose:

-¡No!¡Se fueron uno a Malasia y la otra a Finlandia!

Pedro Lisboa pidió que le rellenaran la copa. Y cuando hubo bebido, remató:

-No. Aún envejecen juntos. No se han dado cuenta de que ya no se entienden.

 

Enviado por Evaristo Pandeayer

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