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A.M.P.

El Ventilador

... Salí de casa con la bolsa de la basura maloliente, soy a veces
perezoso y suele suceder que hasta que la basura no es algo
maloliente no caigo en la cuenta de que toca sacarla del piso, y me
dirigí al contenedor sito a escasas decenas de metros del portal. Me
acercaba sin prisa y sin pensar en nada que recuerde cuando algo que
había al lado del contenedor robó mi atención. Era un ventilador
doméstico que descansaba de pie en el suelo, con el cable negro que
siempre muere en el enchufe dibujando varios bucles sobre la calle,
justo delante de mi. El enchufe quedaba recostado en una lata de
cerveza maltratada que dormía también en la calle. Era un ventilador
cualquiera con su rejilla y sus comandos bàsicos, de color corriente,
tan corriente que ni retuve. Sí retuve al momento algo que me
sorprendió gratamente, las aspas del ventilador giraban con brío
cantando con un ligero zumbido. Al instante tuve la sensación de
estar presenciando algo mágico. Alguna desconocida quimera estaba
haciendo funcionar el ventilador sin alimentación eléctrica alguna.
Maravilloso. Pensé al momento en lo bonito que es que sucedan cosas
sorprendentes que van a la contra de lo establecido y que le obligan
a uno a discutir sus comunes esquemas y prejuicios, aunque, como ese
día me sentía especialmente perezoso, no me tomé ni la molestia de
preguntarme cómo era realmente posible que el ventilador funcionase,
más cuando alguien ya había decidido que debía acabar en el
contenedor rodeado del montón de utensilios y desechos que tiramos
sin cuestionarnos la verdadera necesidad de ese acto. Me quedé unos
minutos plantado delante del ventilador, con la mirada fijada en el
movimiento continuo y regular de sus aspas y sin oir nada más que ese
ligero e incesante zumbido, pocos minutos o varios minutos, poco
importa, hasta que el malolor que desprendía la bolsa de basura que
seguía sujetando con mi mano derecha, entró en mi nariz... ese olor
que alguna brisa debió empujar... ese olor que al despertarme hizo
que cayese en la cuenta de que realmente había una brisa empujándolo,
una brisa que no era una simple brisa, era una brisa que conseguía
también mover con mucha alegría las miles de hojas de los enormes y
centenarios plátanos que hay a lo largo del paseo que limita la calle
donde vivo, definitivamente una brisa que, sin pedirle permiso pero
seguro que con el beneplàcito del ventilador, animaba sus aspas
consiguiendo que se moviesen de manera contínua y regular, con un
ligero e incesante zumbido, a pesar de que su enchufe estaba
recostado en la maltratada lata, muy lejos de cualquier toma... El
día en que deje de sorprenderme por cosas como un ventilador
funcionando a su aire, me habré convertido en un ser permanentemente
perezoso. Acabo añadiendo que cuando la brisa delató la quimera me
quedé aun un minuto más mirando el ventilador, esperando con mucho
deseo que la misma brisa consiguiese levantar su vuelo hasta el
infinito, pero eso, muy a mi pesar, no sucedió mientras miraba y
acabé regresando... Eso si, si algún día veis un ventilador volando
por el cielo y arrastrando su cable a modo de cola de cometa, ya
sabeis de donde viene.
 
Enviado por X. Plana

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