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A.M.P.

Un domingo

Me lo había comido a besos. El domingo estaba ya en casa. Me había despedido de él. Pero me llamó. Y bajé. Y nos devoramos. Mientras, mi marido husmeo en el móvil. Me descubrió. Luego, vinieron las preguntas, y sobretodo, un orgullo herido. Al final todo es orgullo. La traición es una puñalada en el orgullo. La infidelidad es una puñalada en el orgullo. Nada más. Y hablamos y hablamos y a esperar que el tiempo diga. El orgullo no es una herida que cicatrice. Y mi hija no pregunta nada. Está más callada que de costumbre. Mira como si nos viera perdidos. No va muy equivocada.

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