Lucas
Lucas es incapaz de levantarse. Necesita ayuda, cree que necesita ayuda, porque no consigue enviar a sus piernas la orden necesaria. Se abandona. Se queda quieto, con la espalda apoyada en la pared fría de cemento. La pared es gris, piensa. No la puedo ver, pero sé que es gris, su temperatura es gris y su color es gris. Siente las pequeñas irregularidades de la pared en su piel, rebasando la camisa. Ojalá pudierá él agrietar a la pared, y no al revés: apoyarse en ella y tumbarla con su simple peso.
Lucas está herido de muerte. Eso él no lo sabe.
Una vez quiso tener un gato blanco. Su madre, aficionada a la brujería y a sortilegios de ocultismo, le prohibió que en casa entrase animal alguno que no fuese negro o, en su defecto, oscuro. Seguramente por eso una vez quiso tener un gato blanco. Y seguramente para Lucas ese gato no era un gato, sino un símbolo de libertad, de una pureza que nunca conoció. La pureza, piensa ahora inmerso en la confusión de la sangre, es imposible. Nadie llega a ella, solo los locos, y no todos. Yo estoy completamente loco y no sé ni a qué se parece. Miento, se parece a un gato blanco.
Es noche cerrada. Se enciende una luz verdosa en una ventana del tercer piso del alto edificio de enfrente. Unos dedos hábiles corren levemente la cortina, le siguen los ojos grandes de alguien. Una muchacha abre finalmente la ventana y se asoma. Saca medio cuerpo. Lucas intenta concretar la dimensión de sus pechos. Viste un camisón de tela gruesa,y no alcanza a distinguir los pezones. El tamaño en todo caso es mediano, tirando a escaso. Lucas prefiere las mujeres de pechos grandes, no desproporcionadamente grandes, solo grandes. Seguramente por eso cierra los ojos y se hace el dormido. La muchacha cierra la ventana y enciende el televisor.
...las estrellan brillan débiles en el firmamento, mientras tanto se hace de día...
Lucas despierta cuando el sol del amanecer le golpea en los ojos. Abrazada a sus tobillos una chica de ojos grandes le mira fijamente. Sonríe e inclina la mirada. Lucas vomita sangre, pero ella sigue sonriéndole con los párpados empapados. Un lágrima roja cae.
Siente una punzada definitiva en el costado, busca con su mano ese lado, palpa la barra, y se retuerce. La muchacha se yergue y le abraza con angustia. Lucas le susurra entonces una canción al oído. Su voz se apaga, pero siente la irrefrenable determinación de explicarle a una extraña lo único que sabe con certeza: no hay más allá de aquí, aquí está todo, en mi cuerpo, en tu cuerpo, cabe todo, no hay más allá, dentro de cada uno de nosotros está todo lo que somos, lo de fuera es mentira, una ilusión de luces, de colores, de figuras, somos mucho más que lo que sentimos de nosotros mismos, mucho más que lo que nos rodea, dentro somos todo, pero no acertamos a comprenderlo hasta que llegamos al borde de las cosas, yo tengo que morir para saberlo, tú lo sabes ahora de mi boca, no mires fuera, fuera no hay nada, recuerda, todo está dentro de ti, las flores, los paisajes, todo, el amor es falso, si no es dentro, las palabras no significan nada si no las escuchas dentro, los pájaros, las lámparas, todo, los demás están dentro de ti, y tú estás dentro de ellos, ese es el secreto, pero no puedes decírselo a nadie.
Sus manos caen. Otra boca besa sus labios inertes. Cubre con su camison el cuerpo del difunto y, descalza, camina hasta una playa donde bañarse desnuda.
Enviado por Ideante.
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