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A.M.P.

Morir de amor

Con ella me siento capaz de sobrevivir a mi propia muerte. Respeto sus principios religiosos pero sin embargo no sé cuanto tiempo podré reprimir mis instintos. ¡ Me va a hacer perder la cabeza!

A duras penas he conseguido vencer al deseo y me he conformado con sentir que me quiere, aunque solo sea por dos noches o precisamente porque son dos noches y a la tercera tengo que empezar de cero para tratar de reconquistarla. Me esfuerzo por enamorarla. No existe compromiso, nada nos somete, no tenemos hijos, nuestros padres son autosuficientes, moramos en distintos hogares y no preguntamos dónde y con quién estuviste. Con ella me siento capaz de volar sin necesidad de desplegar las alas. Pero... soy un ser sexual y necesito el contacto físico. No puedo evitar explorar incesantemente el mapa de su cuerpo, me fascina el suave movimiento rotatorio de su cuello, su estilizado tórax, su carácter distinguido y su firme abdomen. He sido testigo de su hemimetábolo, he visto su veloz metamorfosis de preciosa ninfa, que vestía chillones colores y extravagantes diseños, hasta su elegante etapa adulta. He pasado muchas jornadas sin dormir, imaginándola como le gusta estar, acostada sobre la hierba, iluminada por el rostro de la luna como una Venus ante el espejo.

Hasta ahora he respetado sus dogmas de fé y no he sucumbido ante la concupiscencia. Siempre he querido ser un alma libre, pero no he tenido elección, el amor decidió por mi. He renunciado a todo por ella. He esperado todo este tiempo para demostrarle que ya no soy joven ni inmaduro y tengo la certeza de que seré un buen padre. 

Últimamente siento que me vigila, que me acecha con sus ojos grandes, sencillos y compuestos. Su nueva conducta me desconcierta a la par que me seduce.

Es finales de verano y principios de otoño y nos hemos citado en el parque. Camina descalza sobre el césped con el andar de puntillas que le caracteriza, como si de una bailarina se tratara. Viste un ceñido traje largo verde que le haría camuflarse en el follaje del parque de no ser porque hasta la luz ultravioleta parece sentirse atraída por su hermosa silueta. “Esta  noche vas a beber de mi cuerpo hasta embriagarte” me susurra al oído y hacemos el amor como si  mañana no existiera.

Con ella me siento capaz de sobrevivir a mi propia muerte. Respeto sus principios religiosos pero sin embargo no sé cuanto tiempo podré reprimir mis instintos. ¡ Me va a hacer perder la cabeza!

Tras el banquete, la mantis voló hacia las hojas del helecho.

 

Enviado por Sergio Manilva. 

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