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A.M.P.

El constructor de corazones

Fuera casi amanecía. Estaban los dos sentados en un sofá desvencijado que se hundia hacia dentro haciéndolos estar cerca sin tocarse. Él había buscado el album por todo el salón y ahora miraban las fotografías de sus trabajos. Ella pasaba las hojas con calma, observando detenidamente los dibujos, escudriñando los detalles, sin sentirse azuzada, queriendo saber. Llegó a una fotografía en la que aparecía un armatoste con ruedas de formas accidentadas. Parecía estar construido con diferentes tipos de metales, alguna de las piezas presentaba un aspecto oxidado en el papel. Él, adelantándose a su pregunta dijo: - Es un corazón. Es para cuando no tienes corazón. Así, cuando no tienes corazón puedes agarrar este y llevártelo rodando dónde sea. Ella sonrío a medias, fugazmente, no estuvo segura de que él la viese. Fue su forma de decirlo lo que le pareció acertado, dulce. Días después le vino a la mente la pregunta que tendría que haberle hecho tras su explicación: - "¿y nunca se te ha ocurrido inventar un artilugio para cuando se ha perdido la fé?". Tal vez ya se había caido en el hueco entre sus brazos.

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